Nos quejamos de los diputados y senadores que nosotros mismos elegimos
La democracia representativa posee la increíble controversia que el pueblo, que elige sus diputados y senadores, termina, en gran porcentaje, quejándose de ellos mismos y peor, votándoles de nuevo.
Buenos o malos, decentes o truhanes, honestos o corruptos, los representantes que legislan, luchan, se corrompen, se venden, se cambian de bando, no asisten o se incrustan en su trabajo hasta el cansancio, son el producto de la sociedad que los pare, de la que les vota.
El Congreso de la República y la Cámara de Diputados son solo la representación del propio pueblo, violento muchas veces, mal educado e incluso, con baja cultura y escribiendo con faltas de ortografía, narcos, lavadores, excelentes personas e íconos de la decencia, así somos, un conglomerado de individuos en un país subdesarrollado con una clase política que demuestra que tenemos, lo que somos, posiblemente, no lo que merecemos.